Salto de la Princesa – Curacautín

El Salto de la Princesa, ubicado en la Araucanía Andina, es un verdadero ícono de la región. Con una altura aproximada de 25 metros, este imponente salto de agua es el resultado de un desnivel creado por estructuras de basaltos columnares. Estas formaciones geológicas únicas generan un escenario impresionante donde el estero La Gloria vierte sus aguas en el río Cautín.

El entorno natural que rodea al Salto de la Princesa es sumamente atractivo, con una abundante vegetación nativa que añade un encanto adicional al lugar. La visibilidad en el área es excelente, lo que permite apreciar en todo su esplendor la majestuosidad de la cascada y disfrutar de la belleza natural circundante.

El acceso al Salto de la Princesa es cómodo y se encuentra a aproximadamente 500 metros del camino principal que une Curacautín con Malalcahuello. Este fácil acceso facilita la visita y permite que los visitantes disfruten de este impresionante espectáculo natural sin dificultades.

El Salto de la Princesa es una parada obligada para los amantes de la naturaleza y aquellos que desean explorar los tesoros escondidos de la Araucanía Andina. Sumérgete en la serenidad de este entorno mágico, admira la grandeza de la cascada y déjate cautivar por la exuberante belleza que lo rodea.

 

Como llegar.

La leyenda del Salto de La Princesa: Una historia de amor trágica

A 22 kilómetros de la ciudad de Curacautín, se encuentra el Salto de la Princesa, una gran cascada de 25 metros de alto que, aparentemente, surgió luego de una trágica historia de amor. 

Según cuenta la leyenda, entre el siglo XVI y XVIII, los mapuches comenzaban a realizar intercambios con los pehuenches y puelches. En uno de los encuentros, el lonco de la comunidad, Huillical, se dio cuenta que los otros pueblos ya habían logrado dominar al caballo. Con esta información, el cacique le dijo a su tribu que habría grandes riquezas y recompensas para quien le llegara a traer uno para él, cosa que no ocurrió e hizo que Huillical deseara cada vez más al animal.

El tiempo pasaba, pero el caballo no llegaba. Tiempo después, llegó a los oídos del lonco que los pehuenches posesían un gran potro de color blanco angelical llamado Malalcahuello, una criatura de una belleza majestuosa, casi mágica. Sabiendo esto, Huillical reunió a toda su tribu, ofreciéndoles una oferta muy tentadora, y dijo:

– Esta es la princesa Rayén, mi hija, uno de ustedes me traerá ese caballo blanco y el que lo haga se la llevará en recompensa.

Rayén era una princesa joven, llevaba un tiempo enamorada de un hombre ajeno a su tribu, Nahuelcura, un indígena mestizo que el cacique no veía como un verdadero candidato para tomar la mano de su hija, por no ser parte de la comunidad, ni mucho menos mapuche al 100%.

Nahuelcura consolaba a su amada, quien lloraba por la oferta que había hecho su padre a toda la tribu. Intentaba tranquilizarla, diciéndole que él mismo conseguía el caballo que Huillical había pedido, de ese modo podrían estar juntos para siempre.

Las horas comenzaron a pasar y los hombres de la tribu planeaban cómo robar a Malalcahuello para poder quedarse con Rayén, hasta que al amanecer del tercer día, el caballo apareció frente a la ruca del lonco. Quilacura era miembro de la comunidad y siempre había querido a la princesa, fue una sorpresa para todos cuando él fue quien había logrado capturar y traer el cacique al potro.

Hullical no podía creer lo que sus ojos veían frente a él.

– ¿Cumplirás tu promesa? -le preguntó Quilacura.

– Un mapuche siempre cumple su palabra. Ve a esa ruca y toma a Rayén como tu esposa -le contestó el lonco.

Con la emoción que le provocaba pensar que la princesa se casaría con él y que ahora era suya, Quilacura llegó a la ruca pero ella no estaba. Inmediatamente el grito de furia se escuchó por toda la zona: ¡Rayén! ¡Rayén! ¡¿Dónde estás?! 

El cacique ordenó que todos los hombres de la tribu fueran a buscar a su hija:

– ¡Busquen a Rayén por toda la selva, busquen en cada cueva por tres lunas y tres soles, si en ese plazo no aparece, ella habrá ganado su destino, pero no será nunca más una mujer mapuche…!

Los hombres y guerreros de la tribu salieron rápidamente en busca de la princesa, buscando entre cerros, quebradas, lagunas y bosques, pero el enojo y el corazón roto de Quilacura lo tenían vuelto loco, terminó por salir solo a encontrar lo que le fue prometido: una esposa.

Muy lejos de la tribu, Nahuelcura estaba con Rayén, quienes habían escapado para evitar el destino de la chica y para poder estar juntos, su amor era tan grande que valía la pena pelear por él. La pareja corrió y corrió por el bosque, sin siquiera pensar en los días y sin un rumbo aparente tampoco, hasta que cayó el anochecer y decidieron recostarse frente a una piedra grande en lo alto de una quebrada para descansar.

Sus cuerpos débiles despertaron al amanecer, unos gritos provenientes de los matorrales habían hecho que su sueño acabara: ¡La encontré! La princesa está aquí ¡Vengan todos! Los amantes ni se dieron cuenta que el tercer sol del que Huillical habló había llegado.

Rodeados por los hombres de su tribu, la pareja fue acorralada, tendrían que aceptar su destino y entregarse. Miraron a su alrededor buscando una salida, pero no la había, hasta que a sus espaldas se dieron cuenta del acantilado que tenían detrás de ellos.

Nahuelcura y Rayén se miraron a los ojos, se tomaron de las manos y saltaron al vacío.

La leyenda cuenta que tras este trágico acto de amor, nació un bello paisaje en el lugar. Los cuerpos de ambos se habían transformado en agua y se confundieron con las corrientes del río Cautín, dando vida a una cascada con la forma de una cola de caballo, recordando el verdadero interés que tenía el lonco de la historia, y cuya obsesión terminó por cobrarle la felicidad y vida de su propia hija.

Tu nuevo destino